lunes, 17 de marzo de 2014

El placer de la recompensa



Este fin de semana ha sido especial. Como cada fin de semana, intentamos que el sábado sea el día de descanso estudiantil. Nos vamos de compras, limpiamos, salimos al campo, al "burger", etc.

Además de disfrutar el sábado de todas las formas posibles, como ya os he dicho, la tarde-noche fue de cena con un buen grupo de amigos y donde disfrutamos todos de una gran velada hasta que los niños nos marcaron el fin de fiesta.

A la mañana siguiente y como todos los domingos, nos preparamos para ir a misa. La vuelta a casa cuenta con el almuerzo dominguero habitual y empezar con las tareas que nos queden pendientes del fin de semana.

Pero este domingo iba a ser especial, porque la vecina que vive justo debajo de nuestro piso, y que tiene siete años, invitó a Rocío y a Paula a pasar un rato a su casa y ahí encontré el as que pude guardar bajo mi manga para conseguir que hiciera los deberes, jugando al juego que yo quería.

Cuando mi vecina ofreció su casa, le respondí que primero iban a almorzar porque venían con hambre y que tenía que hacer unos poquitos deberes y bajaban enseguida.

Rocío estaba encantada de poder ir a jugar a casa de la vecina, de manera que, cada vez que se despistaba con cualquier cosa o se quejaba de algo, yo le recordaba que las estaban esperando y tenían ganas de jugar con ellas.

Si hubiese dejado  Paula a que bajase sola, Rocío habría entrado en situación de rebeldía y no habría salido de su encrucijada pregunta "¿por qué ella sí?"; y todo habría sido un conflicto porque realmente, Paula no habría hecho méritos para bajar a jugar y Rocío sí debía hacerlos.

Al quedarse la pequeña conmigo también, la animaba a terminar porque sabía que los buenos resultados de la mayor, sería un beneficio mutuo.

Cuando terminó una pequeña parte de sus deberes,  las dejé bajar un rato pequeñito para que pudiesen saborear el placer de la recompensa pero, como había que subir a comer, no podía alargarse más.

Pero, al terminar todos los trabajos propuestos, bajaron un rato con la vecina y luego la vecina subió también para que pudieran compartir todas sus juguetes.

Os puedo asegurar que es uno de los mejores días de estudios que he tenido con mi hija, y creo que fue porque sabía que tenía una recompensa inmediata y que además era compartida con su hermana. Tampoco era la recompensa habitual de película de dibujos, o jugar con el móvil o un premio de chocolate. Esta vez era estar con gente nueva, ver cosas nuevas, compartir experiencias nuevas.

Ha sido un gran fin de semana y ahora me alegro de poder compartirlo con tod@s vosotr@s que habéis querido leerlo. Feliz semana y, como siempre, gracias por estar ahí.

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