martes, 11 de marzo de 2014

Del miedo a la manipulación


Esta tarde hemos tenido un trabajo en grupo. Teníamos que preparar con otra compañera de clase un trabajo por parejas para exponer sobre el sistema climático.

Al tener a solas a Rocío con otra niña de su edad, se van haciendo más evidentes las diferencias madurativas entre mi hija y las demás. Siempre ha habido distancia y diferencias, pero hay que ser fríamente consciente de su nivel y de sus conductas con sus iguales, para poder reconducir su educación.

Cuando Rocío empezó a ir a la escuela infantil, aún no andaba y tenía mucho miedo a los espacios abiertos y a las separaciones o, mejor dicho, a los aislamientos y a la independencia. A pesar de no tener problema en pasar de mis brazos a los de la educadora, sí se enfadaba cuando ésta cerraba la pequeña valla que separaba el cambiador de la zona de juego y quedaban así separadas. Es curioso pero aunque sólo estuviesen a cincuenta centímetros de distancia, que era mucho menos de lo que se separaban cuando ambas estaban en la zona de juego, la ansiedad que le proporcionaba esa barrera, era algo inaudito.

Con el tiempo, Rocío pasó a aislarse de sus compañeros y a permanecer arrinconada mientras los demás jugaban por el aula. Además, cuando algunos compañeros se acercaban para jugar con ella, solía refugiarse siempre en las faldas de la tutora.

Esto fue cambiando poco a poco, según se iban organizando cada vez más tiempo en grupos de mesa para trabajar. A partir de ahí, ella fue viendo que su espacio no era violado y que podía mantener relaciones con los demás compañeros con proximidad pero sin agobios.

Sin embargo, con las personas adultas que la trataban con cariño y dulzura y no le invadían su terreno, no dudaba incluso en darles de la mano y marcharse con ellas. No se sentía intimidada y le daban seguridad.

De hecho, aún a día de hoy: los ruidos fuertes la espantan; si ella está hablando y la interrumpen cortando su comunicación se molesta muchísimo; si le gritan, llora con facilidad; y si le rozas lo más mínimo sin que ella lo espere, lo primero que hace es protestar. No toma nada como una broma, aunque de todo se ríe y, en muchas ocasiones, cuando le dicen algo que tiene doble sentido como frases hechas o darle cachetes jugando, ella se ofende de tal modo, que la única forma de sacarla de esa situación es, con muy buen humor y con sutiles y terapéuticas cosquillas.



Poco a poco ha ido ganándose a todos sus compañeros, hasta tal punto que ha pasado de no sentirse segura con los niños que la rodeaban a convertirles en sus más fieles servidores con la recurrida frase "yo no puedo", acompañada de un par de quejidos y unas miradas suplicantes. Es una auténtica manipuladora.

De un año a esta parte, hemos conseguido, entre todos quienes convivimos con ella en los distintos ámbitos de su vida, hacerla más autónoma. La hemos hecho consciente de que "ella sí puede" y de que además, "ella también debe".

Así que esta tarde, a pesar de su fondo dependiente, ha trabajado codo con codo con su compañera y se lo han pasado las dos genial y han hecho un trabajo del que me siento muy orgullosa y, aunque he disfrutado mucho orientándolas un poquito,me ha encantado ver lo seguras que estaban sobre su propia creación.

Hoy me voy a la cama con ese orgullo, aunque empiezo a ver que Rocío tiene un Peter Pan en su interior que no la dejará evolucionar a la misma velocidad que sus iguales. De hecho, algunas de las preguntas que compartía con su amiga, daban muestra de ello.

Hasta aquí mi buen sabor de esta tarde: un sabor un poco agridulce por todas las connotaciones y recuerdos que abarca pero en fin, siempre positivos.

Gracias por estar ahí.

2 comentarios:

  1. El padre, un servidor, también sufría de inmadurez y tenia a ese Peter Pan en su interior. Con nuestro trabajo y con los palos de la vida, acabará madurando, tal vez más tarde que el resto, como fue mi caso, pero madurará

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  2. Mi hijo tambien siempre esta diciendo " no puedo" "no se" continuamente ,no quiere intentar las cosas y no se muy bien si es por no equivocarse

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