martes, 1 de abril de 2014

Mamá, quiero ser artista



Este fin de semana hemos vivido una novedad para Rocío, y una experiencia gratificante para todos los demás: nos hemos ido a un karaoke.

Fuimos a cenar a un salón que contaba con otra sala adosada con karaoke y, Rocío estaba emocionadísima por cantar en el karaoke. Ella creía que era como cantar en el "sing star", pero cuando vió que habían enormes altavoces, un sinfín de televisores, y un escenario.

El simple hecho de subirse al escenario y verse a la gente frente a ella, ya la emocionaba tanto que no paraba de darse vueltas a los dedos entre sí.

Lo que pasa es que subía con muchas ganas al escenario, pero no conocía las canciones porque eran antiguas. Estaba venga leer las pantallas y sin dejar de mirar a todas partes. Era espectacular las caras de alucine que ponía, se le notaba que estaba disfrutando.

Pero lo mejor de todo llegó cuando pusimos, para nosotros cuatro, la canción de Emilio Aragón: "Susanita tiene un ratón". Como esa sí se la sabía, se lo pasó de cine.

El domingo estuvimos ensayando una obra de teatro que tenía que interpretar en clase de inglés, y estaba entusiasmada porque tenía que ponerse un gorro de bruja y ella era la actriz principal.

La semana pasada tenía que hacer un teatro con otras compañeras de clase y, por alguna desconocida razón, sólo tenía el papel de un perrito que hacía: "woouf, woouf!".

Mientras las demás compañeras se repartieron los textos más elaborados, ella sólo tenía dos palabras y sin dificultad alguna. Yo pensé que sería porque no vocalizaba bien o porque se sofocaba delante de los compañeros, pero según la profesora, había sido sólo estrategia de compañeras y que ellas solas se habían repartido los papeles.

Fuese como fuese, creo que a Rocío le vino bien aparecer poco y sin complicaciones, así que le sirvió para perder el pudor inicial y tomar un poco más de confianza para su segunda salida en escena.

No sé cómo le saldría en clase, pero en casa le salía muy bien, recordaba todo el texto (que en inglés ya tiene mérito), y sabía todo lo que significaba. Cuando consiga hablar con la profesora de inglés, averiguaré qué tal le salió la interpretación en el aula pero, la cara de felicidad con la que bajó las escaleras y la ilusión con la que me enseñó el sello de "ok" que la "teacher" le estampó en el reverso de su mano, a mí me sirvió como un "sobresaliente".

Algunas veces la felicidad no está detrás de una nota, sino acompañada por una sonrisa y una mirada de emoción y entusiasmo.

Hay que dejar una buena base llena de buen sabor para que siga disfrutando de los buenos años de estudios que le quedan por delante. Por duros que sean, juntos conseguiremos que no lo parezcan.

Gracias por ser parte de mi fuerza y por estar al otro lado.

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