miércoles, 23 de abril de 2014

Lazos y cordones



En estas vacaciones, estamos aprovechando para prepararnos la recta final del curso y, sin olvidar que estamos sin clase, vamos a reforzar esos puntos que nos flaquean para que luego sea más llevadero el día a día.

Estamos trabajando de todo pero desde otro ángulo: estamos dibujando y manipulando mucho de todo para poder hacer más cercano cualquier entendimiento, porque soy de las que piensan que para adherir una lección, nada mejor que sentirla.

Quizá me esté tirando a profesionales contra mí pero siempre defenderé la experiencia sobre memorizar la experiencia de otros; y, cuando te encuentras con el "problema", por llamarlo de alguna manera, de una niña que necesita entender lo que le están enseñando en clase y con las explicaciones del aula no le son suficientes, debes recurrir a todo para que consiga el nivel mínimo para sobrevivir a las evaluaciones.

Desde contar las monedas de la hucha para reconocer el valor de cada moneda y no quedarse con la sensación de contar sólo un montón de monedas; utilizar el reloj de la comunión para ir aprendiendo el sistema analógico en lugar del digital, porque usas más habilidad mental; poner y quitar mesa antes y después de cada comida; recoger y revisar el aseo cuando acaba de ducharse; y algo tan básico como atarse los cordones de los zapatos.

Lo cierto es, que hasta ahora, Rocío no había tenido la ocasión de aprender a atarse los cordones porque no tenía zapatos con cordones y, en los pantalones de chándal siempre le estiraba hasta sacarlos de la cinturilla.

 El cambio de temporada nos ha dado pie a usar unos zapatos de cordones, eso sumado a un tiempo libre de lujo, nos da pie a poder aprender lo que el estrés del día a día nos niega, porque bajo presión las cosas no nos salen bien.

El comienzo fue muy entusiasta, pero duró poco. Cuando las cosas no salen a la primera, la frase que nos ampara es: "es que no puedo" y la que nos debe resolver la situación: "no sabes, pero sí puedes; sigue intentándolo y verás qué bien".

Le dije que yo tardé un fin de semana entero para aprender, y su padre le dijo que él había tardado cuatro días y, el hecho de ver cómo a ella no le salía bien pero que todo el mundo era paciente y le repetía siempre lo mismo para que no se desanimara, la llevó a autoconvencerse de que podía, que cada vez estaba más cerca y que al final, lo consiguió.

La felicidad de su mirada, de sus gestos, de su voz de toda ella entera, fue maravilloso. Tan especial se sintió y tan mayor se sintió, que al día siguiente no me dejó que le tocase sus cordoneras: cuando fui a ayudarla a anudarse sus zapatos, me dijo que me fuese que ella sola sabía. En cinco minutos ya estaba preparada para irnos y con los zapatos atados.

Mi hija se está haciendo mayor día a día y eso es algo que antes no quería ver, quizá por estar demasiado ocupada en su salud pero, el tiempo corre para todos por igual y la edad social no perdona. Hoy es el momento de corregirle otros errores, pero estos son los míos, los educativos, los que no hacen sangre, pero que puede que la molesten un poquito, porque ha dejar de ser una "niña entre algodones" para ser una "niña más".

Gracias por seguir ahí y seguir así.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario