miércoles, 4 de junio de 2014

La mano de la tortura.



Tantos días desconectada,  da para pensar en muchas cosas, y cómo enfrentarse a la realidad que tienes que vivir cada día, y que por más que intentes aplazar los temas físicos y centrarte en los educativos,  nunca acabamos con nada, siempre hay una asignatura pendiente.  Siempre.

Tanto centrarnos en el tema educativo,  y casi nos olvidamos de que teníamos que ponerle un dilatador de paladar.  Y hoy ha llegado ese momento.  Después de las aclaraciones sobre los sistemas de pago con el Ortodoncista,  ha llegado el momento de comenzar el tratamiento.

Esta mañana hemos ido a consulta, para colocarle un aparato que consiste en dos anillas o bandas de acero que se incrustan en dos muelas paralelas interiores superiores, con dos hierros que las unen entre sí con un mecanismo de dilatación que me han recordado las máquinas de tortura de la Edad Media. En el centro del paladar se encuentra el "instrumento torturador": una micro tuerca a la que hay que introducirle una especie de llave y darle un giro de un milímetro o dos. Ese sutil movimiento,  va separando las barras de los dientes hasta que tome las dimensiones que se consideren oportunas.

Rocío estaba encantada de ponerse aparato porque lo consideraba una cosa nueva y , aunque el otro día no se dejaba hacer el estudio porque tenía miedo,  hoy estaba encantadisima,  de manera que hoy ha sido "coser y cantar".

A pesar de haber salido tan contenta y de haber ido al cole con tantas ganas de enseñar su novedad,  la hora de la comida ha sido catastrófica.  Le dolía toda la boca y en especial una de las muelas que estaba anillada.

El dolor es permanente y solo ha encontrado un poco de alivio cuando el ibuprofeno ha hecho efecto.  Pero lo peor de este capítulo es que al mecanismo torturador que lleva Rocío en su boca,  hay que darle dos giros diarios la primera semana y después uno diario las otras dos hasta la próxima consulta médica (dos semanas más). Pero la mano que tiene que dar esos giros,  será la mía.

Una vez más,  yo volveré a ser la mano que acaricia y la mano que tortura;  pero debo hacerlo porque es lo mejor para ella, como todo lo demás.

No dejar de luchar y no dejar de sufrir. Siempre ella, siempre peleando por su propia vida,  mientras los demás no valoramos lo fácil que es simplemente vivir.

Gracias por estar ahí otro día más.


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