miércoles, 17 de septiembre de 2014

Aquaterapia.



Uno de los días más intensos, en cuanto a diversión y a autonomía se refiere,  fue el que decidimos pasar en un parque acuático todos juntos.

A Rocío le encanta el agua,  pero le dan mucho miedo las cosas nuevas y las emociones fuertes. Y este día prometía ambas cosas.

La emoción por la novedad nos hizo madrugar más de lo esperado , pero estuvo genial para esperar a la apertura del parque y ver cómo se llenaba de gente,  lo cual le dio más emoción a todo.

Una vez dentro,  a Rocío le faltaban ojos para mirar todo lo que había a su alrededor y, aunque no es de los más grandes que existen,  para nosotros fue más que suficiente,  porque la ilusión y las emociones que vivimos fueron especiales.

Nada  más llegar,  su interés era ir a la piscina grande para bucear. Aún todo lo demás no llamaba su atención, pero creo que al estar entrando aún la gente,  no se apreciaba la realidad práctica del parque.

Insistimos en que primero se metiese en la piscina pequeña para disfrutar,  junto a su hermana de los juegos que el espacio les ofrecía. Y así empezó la gran aventura.

Empezamos saboreando las delicias de los juegos que había en la sección más infantil y Rocío se entusiasmó  los toboganes pequeños,  tanto,  tanto que tuvimos que pasar a los menos pequeños.  Pero cuál fue mi sorpresa,  que cuando fuimos a ver cómo se tiraban los mayores por los toboganes más altos,  y por la atracción conocia como "los donuts", ella dijo llena de entusiasmo, que quería probar.

Aquella frase fue el desencadenante de un dia de acción.

Nos aventuramos con los "donuts" y, aunque inmediatamente no le satisfizo la experiencia, según nos íbamos alejando, más crecian sus ganas de repetir;  y así fue.

Después se atrevió con los zig-zags, y le encantaron,  porque contaba con la ventaja de que si bajaba sentada, la velocidad la controlaba y, no siendo pretenciosa en lanzarse rápido,  sí que repitió infinidad de veces ella sola.  Cuando digo sola, no me refiero a sola en el lanzamiento,  sino sola en ir a la atracción,  guardar su turno entre la multitud,  hacerse de respetar su vez. Vamos, que si no lo veo, no lo creo. . Toda una mujercita super-independiente.

El plato fuerte llegó cuando vio a su padre tirarse por los toboganes más altos y ella decidió probarlo.

Hasta ahora eran atracciones fáciles de controlar en velocidad,  pero estas dos últimas no eran controlables.  Había que dejarse caer tumbados totalmente y dejarse llevar por la emoción del momento.

La experiencia nos dejó sin palabras.  Bajó temblando, y llorando,  por lo que pensamos que lo había pasado mal por la impresión de la caída.  Pero nuestra sorpresa vino cuando se recuperó del llanto y nos confesó que lo había pasado muy mal en ese tobogán,  pero porque el bañador se se había clavado entre los cachetes del culito con la presión del agua por la caída.

Así que, lejos de tener una cardiópata molesta emocional o cardiologicámente hablando, teníamos una niña como cualquier otra,  con un problema y una circunstancia de las más comunes y "vulgares" que se pueden encontrar a pie de "parque acuático"

Espero que siempre aprovechéis todas las oportunidades que os ofrezca la vida de disfrutar cualquier tipo de "locura" con vuestros hijos.  Siempre hay un Peter Pan dentro de cada uno deseando volver a volar.

Gracias por seguir estando ahí.


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